En el marco de la Semana de las Neurociencias, Gabriela Mancini, profesora de literatura, nos comparte, a través de un relato escrito, su testimonio como paciente operada de un tumor cerebral en el Hospital Privado de Rosario.
Los testimonios dan cuenta de situaciones en las cuales, como protagonistas directos o no, se ha sido partícipe. La justicia hace uso de estos textos en búsqueda de la verdad o al menos eso nos hace creer.
Las narrativas de historias vividas tienen ese guiño que nos hace dudar, ese movimiento muscular que genera una sonrisa o una mueca, la sorpresa o el enojo. Y es por eso que son atractivas, porque cada uno cuenta un fragmento de una biografía personal de acuerdo a lo que se cree haber transitado. Las narrativas de este tipo de experiencias están rozando entonces, la ficción; origen certero de la literatura.
El pánico fue mi enemigo durante años, ¿desde cuándo? Perdí la cuenta… El lobo me acechaba cada tanto pero yo esperaba el “no pasa nada” tranquilizador y retomaba mi vida cotidiana con la mayor energía y alegría que alcanzaba lograr. Hasta que el lobo se hizo presente en toda su plenitud. Innegable el miedo, la angustia, la espera y todo los sentimientos que se acumularon en propios y ajenos. Recuerdo a una enfermera o asistente que me dijo,” y… es difícil escuchar el diagnóstico. Te estarás preguntando por qué yo…” No señora (no le dije nada, confieso), no me pregunté eso; sólo me preocupaba mi familia, todos y cada uno.
Sí pensé en mi trabajo, al cual extraño horrores, aunque un horror mucho menor que el atravesado en ciertos momentos. Y la tarea docente me trajo a la memoria los textos y autores que abordaba en clases. Recuerdo una metáfora muy recurrente en la que se plantea el proceso de enseñanza y aprendizaje como un viaje, de esos que no se planean mucho y que no se sabe muy bien a dónde se va si es que se va a algún lado.
Y así, de a poco, fui bajando en distintas estaciones y aprendiendo que cada lugar tenía lo suyo para poder avanzar. Pasé mucho tiempo verificando análisis y estudios , naturalizando cada salida a un espacio de salud, familiarizándome con las rutinas, los olores y colores. Recuerdo el aroma a café que me acercaron durante la internación, las plantas de los jardines internos de la institución, la cúpula de la Iglesia vecina, el sonido de las ruedas de las camillas…
En algún momento me sentí otra, ya no tenía muchas posibilidades de leer, ni de escribir con fluidez; mi memoria a corto plazo se me hacía dificultosa y me faltaban palabras… Me fui poniendo metas, leer novelas de a poco, tomar notas, hacer videos… A veces me enojaba (aún me enojo), pero la pandemia pareció democratizar la situación, sin clases presenciales, sin gimnasia, sin bares ni vacaciones…
Lo importante creo, es no olvidar aquellas cosas que nos hilvanan para no perder la identidad, distinguiéndonos en tanto únicos, en el colectivo social. Y plantear así, este presente en 1° persona para poder ser vistos en otras versiones posibles de nuestro relato, pero con nombre propio.
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AMIGA QUERIDA, ESTA SITUACIÓN ES TAL CUAL LO CONTÁS, TE QUIERO MUCHO