El sonambulismo, los terrores nocturnos y los despertares confusionales comparten varias características y pueden ser consideradas como manifestaciones o expresiones diferentes de una disfunción fisiopatológica similar.
Un episodio puede estar constituido por un ensamble de dos trastornos, por ejemplo terror nocturno seguido de sonambulismo. En su conjunto los episodios se caracterizan por comportamientos automáticos de complejidad variable, de confusión mental, amnesia de lo ocurrido y una relativa ausencia de reacción a estímulos externos.
Típicamente los episodios se desarrollan a partir de despertares abruptos pero incompletos en el sueño largo profundo, de ahí el nombre de trastornos del despertar.
En consecuencia, estas parasomnias sobrevienen generalmente en el primer tercio de la noche en donde predomina el sueño largo profundo.
En circunstancias de aumento de la presión o necesidad de sueño como su privación, la actividad física, la fiebre y ciertos medicamentos, pueden precipitar trastornos del despertar en individuos predispuestos.
Las personas que tienen un trastorno del despertar tienen generalmente una historia familiar positiva para uno de los tres trastornos. La influencia genética está demostrada por el hecho que se observa una mayor concordancia para la presencia de terrores nocturnos y sonambulismo en los gemelos monozigotas que en los dizigotas.
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