Las mujeres, ya sea por cambios hormonales fisiológicos y ciertas costumbres sociales, son más vulnerables que el hombre a sufrir obesidad a lo largo de su vida. Durante la infancia, la pubertad, el embarazo, la lactancia y cuando llegamos a la menopausia estamos dentro del grupo de riesgo de sufrir obesidad. A veces también influye la condición social en que se vive. Ser conscientes de que formamos parte de este grupo de riesgo es el primer paso para evitar el sobrepeso.
En la infancia los riesgos estan determinados por las pautas sociales y familiares en las cuales nos hayan educado. En la actualidad juega un rol importante el sedentarismo, ya que el tiempo libre de los chicos se reduce a televisión o videojuegos; esto, sumado a la mala alimentacion que tienen en la escuela y en su propia casa, genera un conjunto de malos hábitos alimentarios que conducirán a una futura obesidad.
Al llegar a la adolescencia, a estos riesgos se le suman los cambios a nivel hormonal que produce modificaciones físicas naturales que pueden favorecer el riesgo de sobrepeso. En este periodo de crecimiento es muy importante estar alerta a no perder los buenos hábitos alimentarios y a estimular la actividad física con prácticas extraescolares, encontrar algun deporte que despierte su interés o ir a pasear en familia para prevenir la obesidad.
En la mujer adulta, durante el embarazo o la lactancia, otra vez hay cambios hormonales que harán peligrar su línea. Es muy importante que el médico haga un seguimiento de todo el proceso de gestación para controlar el consumo necesario para el buen desarrollo del feto a la vez preservar la salud de la madre. Es conveniente no abandonar el ejercicio físico, pero en esta ocasión, siempre bajo supervisión médica.
Cuando se llega a la menopausia, que es otra variacion hormonal, volvemos a encontrarnos en situación de riesgo, ya que la producción de estrógenos disminuye. Estos estrógenos son hormonas termogénicas, responsables de producir calor. En consecuencia, con esta pérdida de estrógeno reducimos el gasto de calorías en el día, se producen cambios en la distribucion de la grasa, acumulándose nivel abdominal; se aumenta el riesgo cardiovascular y de diabetes. Por todo esto es importante no caer en la inactividad y encontrar algún tipo de ejercicio que se adapte a nuestra edad y condición física.
Obesidad en la mujer.
La obesidad se ha convertido en un importante problema de salud pública en todos los países. En las mujeres adquiere una connotación ligeramente diferente debido, no solo a la mayor prevalencia sino que el exceso de peso, además de ser un factor de riesgo de diabetes, hipertensión, cardiopatías isquémicas, dislipemias, etc, se asocia a un aumento del riesgo de cáncer de mama, de endometrio, ovario y vesícula, así como poliquistosis ovárica, infertilidad, complicaciones en el embarazo y durante el parto.
Las cirugías en obesas tienen mayores complicaciones durante el procedimiento o en el proceso de curación de las heridas, con mayor frecuencia de dehiscencia de suturas.
Por otro lado, por el tipo de distribución grasa femenino, con mayor depósito a nivel de la pelvis y en las piernas, se sobrecargan las articulaciones durante muchos años, causando mayor número de artrosis de rodilla y cadera por el exceso peso. Por todo esto evitar la obesidad debe ser un objetivo prioritario.
Nuestro peso no nos hace mas mujer.
En una sociedad donde se rechaza profundamente la obesidad (obesofóbica), la mujer, con los años, fue convencida que la felicidad es bajar de peso, creciendo internamente en cada una de nosotras un fuerte deseo de delgadez; así la apariencia fisica de cada una dejaría en evidencia nuestras virtudes y defectos, no solo físicos, sino morales e intelectuales, donde ser delgado es sinónimo de “tener éxito”; la sociedad se hunde dentro de un mundo de obsesión por lo fisico, con una imagen de cuerpo perfecto.
A tal punto crece la obsesión por el peso, que incluso es fomentada por profesionales de la salud, donde confunden una enfermedad como la obesidad y sus trastornos asociados con la insatisfacción corporal que padecen las mujeres al no entrar en los patrones de moda, intentando tener un cuerpo irreal a cualquier precio.
Los médicos y nutricionistas debemos estar preparados para no ser causantes o alimentadores de esta obsesión, y resaltar en la mujer la verdadera belleza de cada una. “Hacer un culto al cuerpo, pero al propio y no al modelo impuesto”.
El objetivo es ambicioso pero vale la pena. El cuerpo es el envoltorio que a cada una le ha tocado, y se va a quedar con nosotros; por lo tanto debemos aprender a quererlo y cuidarlo para sentirnos cómodas con quien somos, cómo somos y cómo lucimos ante el mundo entero.
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