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El estetoscopio: mucho más que un símbolo
jueves 04 de septiembre de 2014

El estetoscopio: mucho más que un símbolo

Hay elementos que simbolizan a una actividad. El martillo al juez, la cuchara al albañil, y el estetoscopio a los médicos. Este simple y extraordinario aparato que fue inventado por Laennec en el año 1816, para auscultar a sus pacientes tuberculosos.

Nadie pudo imaginar en su origen que con el transcurrir del siglo iba a adquirir un simbolismo fundamental en la profesión y de alguna manera contribuir a mantener unidos los médicos a sus pacientes. Según Michael Kirsh, puede ser comparado con un cordón umbilical a través del cual se trasmite el acto de curación.

La sensación percibida por el auscultado al contacto con el metal frío, seguida por la presión de la membrana sobre la piel así como el suave crujido al despegarse de ella. En el silencio solemne la entrega de sus sonidos y ruidos mas íntimos, genera un mensaje de protección y preocupación de difícil superación por otro método.

En el devenir de los tiempos el estetoscopio ha ido cediendo espacios. Un estudio publicado recientemente en una jerarquizada revista médica demuestra que los estudiantes de medicina, así como los internos y residentes detectan con seguridad sólo un 25% de los ruidos cardíacos anormales.

La ciencia y la técnica han crecido en forma marcada en el último siglo. Cualquiera de las especialidades médicas que se evalúe presenta ejemplos donde se demuestra el avance de los aparatos y computadoras sobre la práctica del examen físico, así como sobre la capacidad de desarrollar un interrogatorio o diálogo con el paciente. Inclusive en psiquiatría, que es probablemente la especialidad menos afectada por aparatos, tiene espacios perdidos en el avance de la tecnología.

Los spect scan y la medición de neurotrasmisores en la sangre lo demuestran claramente. No se debe olvidar la gastroenterología, especialidad apoyada praticamente en los aparatos como las ecografías, tomografías así como los más clásicos estudios radiológicos contrastados del tubo digestivo.

Contrariamente a lo exigido a los estudiantes de medicina, los médicos en general, estudian los métodos complementarios antes de revisar al paciente. Esta práctica extendida en la actividad diaria produce una pérdida de espontaneidad y del razonamiento metodológico tan importante en la toma de decisiones, así como en la interpretación de la realidad. El médico, al efectuar el examen clínico a continuación de la visión del laboratorio o de las imágenes, ya presenta su opinión comprometida. Esto alimenta un progresivo deterioro de las habilidades propias de su profesión, así como la perdida de un espacio asistencial de alcances imprevisibles.

Esta costumbre, adquiere importancia también desde el punto de vista formativo. Cada vez existen menos docentes capacitados para trasmitir habilidades del examen clínico. Por más que se pondere la importancia de las artes del interrogatorio y del examen físico si no se predica con el ejemplo la enseñanza tendrá una muy corta duración. Lo de “predicar con el ejemplo” adquiere en esta situación protagonismo.

Desde Hipócrates los médicos fueron entrenados para jerarquizar la historia clínica. A pesar de ello la confianza desarrollada en la tecnocracia ha servido para frenar las habilidades y el entusiasmo para hacerlo con eficiencia. Cuantas veces la mente de los jóvenes volará pensando en cual va a ser el próximo estudio a efectuar, en vez de atender la respuesta de su paciente al interrogatorio. Con el fluir de estas ideas se puede transmitir la impresión de menosprecio por los avances de la ciencia y de la técnica o de no darle a estas el lugar que merecen.

Por más que se eleven voces que pretendan llamar la atención sobre este fenómeno el crecimiento es incontenible. No depende de nada ni de nadie el detenerlo.

En un futuro cercano los médicos practicaran telemedicina. La televisión a través de monitores permitirá a los cirujanos operar rutinariamente a pacientes a distancia, a través del control de palancas coordinadas por computadoras. No será este episodio un motivo de noticia especial de primera página en los diarios. La manipulación genética será un método habitual, a través de ello desaparecerán algunas enfermedades, la diabetes y los problemas del colesterol formaran parte de la historia.

Esta medicina cibernética desplaza a la clásica acción del médico. La erosión de las viejas técnicas semiológicas es algo predecible.

Encontrarle una lógica a la continuidad del acto médico no es oponerse a los avances científicos, por el contrario, es pretender controlarlos, es intentar humanizarlos. Que estos avances se ubiquen atrás del hombre, por y para él.

En ese orden de ideas la medicina tecnificada es permanentemente criticada por los sistemas asistenciales, las obras sociales, los prepagos, los auditores, los expertos en salud pública etc. Sus altos costos así como sus falsos resultados que llevan a generar más y más estudios innecesarios, son motivo de cuestionamiento. Por encima de todo se critica su mala influencia sobre la relación médico/paciente.

La buena relación médico/paciente es en gran parte, necesaria para llegar al equilibrio de la salud. Y esta relación depende en gran parte del acto profesional.

El médico en un lugar desolado enfrentado con su paciente solo puede focalizarse en atender, interpretar y resolver. Si está entrenado exclusivamente para el estudio que debe efectuar, el destino del paciente será incierto. Se puede evaluar cuantas veces en la práctica puede resolverse un problema sin la utilización de métodos complementarios.

Los médicos que utilicen sus oídos y manos como metodología de acercamiento al paciente construyen un estrecho lazo con éste. Los que así no actúan permiten que máquinas y computadoras se interpongan entre ellos. Así mismo se ubican en un terreno resbaladizo en el campo de los planteos de malapráctica.

No se pretende una cruzada contra el progreso científico. ¿Quién no debe aplaudir la tecnología?, así como agradecer los beneficios que aportó. Pero se debe tomar conciencia de los riesgos que sobre la relación médico/paciente produce. Así como cuanto influye en alejar al profesional de sus habilidades históricas que hacen a su mismo ser. A su ser profesional.

Así también se debe reconocer el esfuerzo del entrenamiento al cual cada vez se alejan más los jóvenes de este final de siglo.
Por otra parte no deja de ser un alerta el recordarlo para los sistemas de salud tan críticos de los altos costos, pero tan renuentes a reconocer el valor del acto médico.

La sociedad quiere médicos que escuchen. Exige esto.

Tal vez no llegó el tiempo de guardar el estetoscopio en el desván. Colgarlo del cuello sea el símbolo que es necesario rescatar. Este instrumento ideado para oír, que tal vez recuerde que es necesario también escuchar.

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