El Dr. Néstor Banfi, Jefe del Servicio de Neurología, nos acerca información sobre esta enfermedad neurológica y su relación con el cannabis como alternativa de tratamiento.
La epilepsia es una enfermedad tan antigua como la humanidad, cuyo termino ha sufrido varias transformaciones a lo largo de la historia y cuyos primeros registros datan de 2000 años antes de Cristo, al igual que la utilización del cannabis en poblaciones occidentales como China, Turkestán, Corea y la India, donde fue utilizado no sólo por la industria textil, sino también como fuente de alimento y uso medicinal, extendiéndose más tarde a diversas poblaciones de medio oriente.
La epilepsia responde a un trastorno crónico e intermitente del sistema nervioso central, causado por una descarga anormal, repentina, excesiva y desordenada de un grupo de neuronas que constituyen el foco epileptógeno, respondiendo a múltiples causas infecciosas, metabólicas, estructurales, genéticas y de otra naturaleza.
Es la enfermedad neurológica más frecuente en niños y la segunda en adultos, afectando al 1% de la población mundial.
Es la enfermedad neurológica más frecuente en niños y la segunda en adultos, afectando al 1% de la población mundial.
Varias son las aristas en torno a esta enfermedad estigmatizante, sin embargo, el gran desafío es proveer a quienes la padecen, un control adecuado de las crisis, para lo cual existen varias opciones de tratamiento farmacológico. Sin embargo, en aquellos paciente en los cuales no se logre cumplir este objetivo, transformándose en una epilepsia refractaria, existen otros tratamientos tales como, la dieta cetogénica, la estimulación vagal, la estimulación cerebral profunda, la neuroestimulación receptiva y la cirugía.
Dentro de las drogas utilizadas en el tratamiento farmacológico de la epilepsia refractaria se encuentra el cannabis, el cual surge en forma repentina a partir de la necesidad de los pacientes, que a través de la participación comunitaria ensamblada en una causa común, toma por primera vez la transversalidad como herramienta fundamental para convocar todos los sectores dedicados al bien-estar de las personas que no sólo luchan contra la epilepsia, sino también contra otras enfermedades para las cuales la ciencia aun no ha encontrado respuesta.
Hay una gran variedad de plantas de cannabis (cannabis sativa sativa, cannabis sativa indica, cannabis sativa rudelaris) que de acuerdo al hábitat donde se crían, crecen y/o cultivan presentan diferentes características en su composición, determinando el perfil genético de la planta y con ello, el efecto estimulante activo.
Normalmente el cuerpo posee receptores para el cannabis, llamados cannabinoides (CB1 – CB2) que actúan en diversas funciones, entre las cuales se destaca la de reconocer los cannabinoides producidos por nuestro propio organismo o la sustancia producida por la planta de cannabis (cannabidiol), administrada a través de un medicamento.
Esta interacción produce un enlentecimiento en la descarga neuronal generando diferentes efectos, tales como cambios en el estado de ánimo, en el apetito, en la memoria, en la regulación del sueño, en las emociones y en la actividad motora.
Finalmente, luego de una larga lucha llevada a cabo por diferentes organismos vinculados, apoyada por ensayos clínicos e investigaciones científicas que demostraron la eficacia del cannabis en el tratamiento de la epilepsia, el 29 de marzo del año 2017 la Argentina decide darle un vuelco a la historia de esta enfermedad, aprobando la Ley 27350 que autoriza el uso medicinal de cannabis y sus derivados, bajo políticas regulatorias de utilización, con normas de calidad y seguridad que disminuyen riesgo sanitario en quienes la utilizan.
El cannabis no sólo constituye un gran descubrimiento en el tratamiento de la epilepsia, sino también el comienzo de un largo camino donde la medicina basada en la evidencia a establecido un cambio en el paradigma del abordaje de las enfermedades que aquejan la humanidad, generando un proceso dinámico de cambios científicos, sociales, políticos, culturales y económicos, los cuales seguramente nos ayudarán a continuar construyendo el saber de manera colectiva.
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