En neurociencia, tractografía es un procedimiento que se usa para poner de manifiesto los tractos neurales. Utiliza técnicas especiales de imagen por resonancia magnética y análisis de imágenes asistido por un ordenador. El resultado se presenta en imágenes bi y tridimensionales, luego de diversas secuencias de adquisición y luego de un adecuado y estudiado postproceso.

Además de los largos tractos que conectan el cerebro con el resto del cuerpo, existe una complicada red tridimensional formada por conexiones a corta distancia entre las diferentes áreas corticales y subcorticales del encéfalo. La existencia de estos haces había sido puesta de manifiesto mediante técnicas biológicas y de histoquímica en especímenes post-mortem.

Los tractos cerebrales no son identificables por examen directo o por exploraciones mediante tomografía computarizada o resonancia magnética. Esta dificultad explica lo pobre de su descripción en los atlas de neuroanatomía y lo escasamente comprendido de sus funciones.

La tractografía es la única técnica no invasiva que permite la disección en vivo de las fibras de la sustancia blanca. Esta técnica puede estudiar las fibras de proyección, de asociación y las fibras comisurales, y supone una mejora y un importante complemento a la imagen de la resonancia magnética convencional, convirtiéndose en una herramienta clave para la realización de mapeos subcorticales preoperatorios y existe una buena correlación entre la tractografía y la técnica de estimulación directa subcortical.

A su vez, la tractografía es capaz de mostrar alteraciones en otras afecciones, como por ejemplo, malformaciones congénitas, afección isquémica y enfermedades desmielinizantes, así como también ayuda a comprender los déficits funcionales y asociativos y de aprendizaje como lo es el TDAH o déficit de atención.

Una gran utilidad para los neurocirujanos, y la planificación de la cirugía, es la posibilidad de comprobar los tractos afectados en un tumor y poder operar respetando el mayor número de tractos indemnes.