Aún en el presente, muchos pacientes ponen en riesgo su tratamiento por temores, desconocimiento o prejuicios sobre los psicofármacos. El Dr. Ramiro Bonilla, integrante del Servicio de Psiquiatría y Psicología y miembro del Centro de Neurociencias Los Manantiales, nos ayuda a develar los mismos.
A pesar de más de medio siglo de uso y haber demostrado ser medicamentos sumamente seguros y confiables, aún hoy existe cierto rechazo hacia el uso de psicofármacos. Esto suele conducir al mal cumplimiento terapéutico. Las razones más citadas por los pacientes están estrechamente relacionadas con miedos infundados, falta de información o prejuicios (Morselli & Elgie, 2003). Veamos por qué estos temores carecen de fundamento.
- Generan adicción. Está demostrado que el riesgo de dependencia de ciertos psicofármacos no tendría tanto que ver con su estructura química en sí, sino con conductas como la automedicación y el uso no supervisado. Un adecuado seguimiento profesional es la mejor garantía para excluir la dependencia.
- Sólo enmascaran los síntomas. La gran popularidad que ciertas corrientes psicologistas alcanzaron en el Siglo XX, sumado al desconocimiento acerca del funcionamiento del cerebro (que apenas hemos empezado a desentrañar), han contribuido a crear esta falsa percepción sobre los verdaderos efectos de los psicofármacos. Hoy sabemos que estos medicamentos tienen, entre otras, la capacidad de activar o desactivar genes íntimamente involucrados en la producción de síntomas de un considerable número de padecimientos mentales, lo que los ubica muy lejos de ser meros “enmascaradores”.
- Es cambiar una droga por otra. El alcohol, el cigarrillo y las drogas de abuso son sustancias que nuestro cuerpo no necesita, pero eventualmente se ve obligado a adecuarse a ellas ante el uso crónico y periódico. La dependencia y la abstinencia son la consecuencia de este desajuste al que el organismo es inducido. Muy por el contrario, los psicofármacos tienen el potencial de reestablecer un equilibrio perdido previamente a su indicación.
- Generan graves efectos adversos. Admitiendo que aún no se inventó ningún medicamento libre de efectos secundarios, cabe insistir en que los psicofármacos se encuentran dentro de un grupo de drogas razonablemente seguras. Más aun, los modernos psicofármacos han demostrado una alta eficacia y mínimos efectos adversos, comparables a los de cualquier otro medicamento. Un prudente seguimiento profesional es el mejor recurso para minimizar o eliminar potenciales efectos adversos.
- Yo no estoy loco/a. La desaprobación social lleva a algunas personas a considerar humillante el hecho de tener que tomar psicofármacos. Tal vez cueste aceptar que el cerebro, como cualquier órgano del cuerpo, puede enfermar y requerir tratamiento, sin que ello implique una degradación moral del paciente. Retrasar o no realizar una consulta profesional por temor al “que dirán” sólo contribuye al agravamiento de los síntomas y al empeoramiento de la calidad de vida.
- Soy demasiado joven para tomar psicofármacos. En muy pocas situaciones médicas se considera a la edad como una contraindicación para el uso de un determinado medicamento. Lo que todo profesional debiera hacer, y todo paciente solicitar, es una adecuada evaluación del balance costo/beneficio.
A no confundirse. Los verdaderos enemigos de una salud integral son los de siempre: la desinformación, el miedo y los prejuicios. El correcto uso de los psicofármacos, en el marco de tratamientos interdisciplinarios, asegura la recuperación de la funcionalidad pérdida y el mantenimiento una buena calidad de vida.
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Alentamos su participación a través de los comentarios en nuestro blog. De todos modos, no podemos brindar una opinión médica de un caso en particular, sin una consulta personal con un profesional que analice al paciente. Si usted tiene preguntas relacionadas con síntomas específicos, le recomendamos solicitar un turno con un especialista.
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