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Colon irritable: diagnóstico y tratamiento
miércoles 02 de diciembre de 2020

Colon irritable: diagnóstico y tratamiento

El colon irritable se define como un trastorno funcional, caracterizado por dolor o molestia abdominal recurrente, al menos una vez por semana, asociado a cambios en la frecuencia de las deposiciones y/o cambios de la consistencia de las mismas. La Dra. Fabiana Necchi, integrante del Servicio de Gastroenterología y Videoendoscopía Digestiva de Grupo Gamma, brinda información sobre el tratamiento de esta patología.


¿Qué es el Intestino Irritable?

El colon irritable o llamado Síndrome de Intestino Irritable (SII), según el último Consenso Internacional de Especialistas, denominado Roma IV, se define como un trastorno funcional, caracterizado por dolor o molestia abdominal recurrente, al menos una vez por semana, asociado a cambios en la frecuencia de las deposiciones y/o cambios de la consistencia de las mismas (diarrea, estreñimiento o ambas), presentes en los últimos 3 meses, iniciado en los 6 meses antes del diagnóstico. Siempre en ausencia otras enfermedades del colon.

¿A quiénes puede afectar?

Es un trastorno funcional frecuente, con prevalencia de 10 a 15% y es uno de los motivos de consulta más frecuentes en gastroenterología (entre 40 y 60%). Es más frecuente en mujeres (relación de 2 a 1), adultos jóvenes, causa de importante ausentismo laboral y de disminución de producción.

Puede estar estrechamente asociado a problemas psicológicos, económicos, ansiedad, depresión, somatización, abusos psico-físicos.

¿Qué lo produce?

No tiene causa conocida aún. El mecanismo es multifactorial, interviniendo factores como componentes genéticos, alteraciones del movimiento intestinal (motilidad), hipersensibilidad visceral, psico – sociales, mínima inflamación mucosa local, episodios previos de infecciones intestinales, disfunción del eje cerebro – intestinal, alteración de la flora (disbiosis de la microbiota), que muestran la complejidad del trastorno.

Puede estar asociado a otros trastornos funcionales, como dispepsia, pirosis funcional, fibromialgias (entre un 20 y 50%), cistitis intersticial, dismenorreas (dolores durante la menstruación), dispareunia (dolores durante la actividad sexual).

¿Cuáles son los síntomas?

El dolor es el síntoma infaltable, que aumenta con la ingesta, asociado a alteraciones defecatorias (diarrea, constipación, o ambos), con urgencia defecatoria, sensación de evacuación incompleta, hinchazón, gases, náuseas, moco en la materia fecal, cefaleas, etc.

El SII se clasifica en síndrome con predominio de diarrea (SII-D), con predominio de constipación (SII-C), mixto (SII-M) o no clasificado.

En general los síntomas son habitualmente leves (en un 70%), que no alteran la calidad de vida y mejoran con los cambios de hábitos, de dieta y de actividad física. En otras ocasiones pueden ser moderados (en un 25%), que pueden alterar la calidad de vida, la actividad laboral y/o escolar y que pueden tener una estrecha relación entre el inicio de los síntomas con un cambio de dieta, viajes o experiencias angustiantes. Y síntomas severos (5%), con gran repercusión en la calidad de vida, asociados a problemas psiquiátricos (ansiedad, depresión, hipocondriasis), que requieren múltiples tratamientos con dietas, antiespasmódicos, ansiolíticos, antidepresivos, psicoterapia, etc.

¿Cómo se diagnostica?

Por los síntomas y por la exclusión de enfermedades orgánicas del colon.

Según criterio médico, se pueden hacer Videocolonoscopía (introducción en el colon de un tubo que contiene una cámara en la punta, a través de ano, previa limpieza del intestino, con sedación) y/o análisis de laboratorio y/o Ecografía.

¿Cómo se trata?

En primer lugar, con una buena relación médico – paciente, explicando que se trata de un trastorno funcional, dando continencia y seguridad al que padece de SII.

En segundo lugar, modificar la dieta y el estilo de vida (que, aunque no cura ni previene la enfermedad) pero mejora las molestias ocasionadas, como: comer fraccionado, incrementar el consumo de fibras solubles, evitar comidas grasas, reducir lácteos, algunos productos dietéticos, cafeína, alcohol, harinas, ajo, cebolla, miel, proteínas animales (carnes rojas) y aquellos alimentos que el paciente siente que le desencadenan los síntomas.

También es importante realizar actividad física aeróbica entre 20 y 30 minutos, 5 días a la semana o actividades agradables o técnicas de relajación (yoga, meditación, ejercicios rítmicos) que controlen el stress.

Existen dietas de restricción, la más conocida es la FODMAPs (sigla que refiere a productos que contengan oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos, y polioles), fermentables. El objetivo de esta dieta es lograr una mejoría de los síntomas, con una rápida respuesta (dentro de las 2 semanas de inicio) y son útiles principalmente para SII-D. Debe ser controlada por nutricionistas y no debería superar las 4 a 8 semanas de cumplimiento, debido a que es una dieta sumamente restrictiva y puede conllevar cierta malnutrición cuando se mantienen por tiempos muy prolongados.

En tercer lugar, controlar el dolor con mediaciones antiespasmódicas de diversos tipos (según criterio medico). A veces puede ser útil el agregado de antibióticos (rifaximina, neomicina, etc.)

En cuarto lugar, mejorar la constipación y/o la diarrea y/o distensión abdominal con medicaciones específicas, según criterio medico (como ondansetrón, linaclotide, lubiprostone, prucalopride, loperamida, colestiramina, entre otras).

También son de gran utilidad el uso de antidepresivos y terapias de soporte y terapias alternativas.

Y siempre, consulte a su médico.

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